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Narrativa sobre el origen de la autocracia en la "Patria Vieja" del Paraguay (página 2)




Enviado por José Dardón



Partes: 1, 2, 3

La
autarquía paraguaya

Después de la asamblea provisional del 25 de
julio de 1811 —la independencia de facto del
Paraguay—, la nación mediterránea
revirtió su floreciente comercio intercontinental a una
economía autárquica que rallaba en la mera
subsistencia. Esta región situada tierra
adentro, como un callejón sin salida al final del
sistema fluvial del Plata, desde principios del siglo XIX fue un
país constantemente acosado por los argentinos en su
limites meridionales—de lo que ya se hizo mención
anteriormente—, mientras que los luso-brasileños
fundaban el amargo recuerdo de los agresivos bandeirantes de
São Paulo, quienes devastaron durante buena parte del
periodo colonial las tierras de los guaraníes
—antepasados de los paraguayos actuales—. Muchos de
estos se refugiaron en la parte oriental de la actual
República de Paraguay. Este país desde siempre una
criatura, tanto de la política exterior así como de
su entorno inmediato. A lo largo del periodo que toca exponer, el
Paraguay se puede retratar como una sociedad rudimentaria,
polarizada entre los estamentos de la oligarquía
gobernante y un campesinado dócil, sujeto al dominio de
dictadores consecutivos quienes impusieron o prolongaron un
aislamiento político y económico.

El primero de todos fue el doctor José Gaspar
Rodríguez de Francia (1766-1840), un abogado y filosofo
asunceno, secretario de la junta provincial de 181146 —lo
que lo convierte en prócer de la independencia
paraguaya—fungió luego como cónsul de la
nueva republica junto con teniente coronel Fulgencio Yegros y
Ledesma (1780-1821), quien era aparentemente era el rostro
representante del Paraguay frente a las Provincias Unidas,
mientras que el astuto Francia asumía paulatinamente las
funciones administrativas del gobierno. Esta división
asimétrica del poder le permitió al Dr. Francia
hacerse rápidamente del poder. Fue designado dictador por
cinco años en el congreso nacional del 3 de octubre 1814
que luego lo designaría como Dictador Supremo Vitalicio en
1816 gobernando desde entonces de forma discrecional y sin
oposición hasta su muerte veinticuatro años
después.47 Sin necesidad de un
congreso consultivo, sin rivales políticos y a falta de
libertad de prensa que pudiera cuestionar sus
procedimientos, el Dr. Francia se valió de un
ejército personal guayan War (1985)
Cambridge University Press, pages 666. (Traducción
libre) quienes lo protegían, a la vez que
contaba con un sistema de espionaje nacional que lo
mantenía al tanto de lo que ocurriera en todo el
territorio.

Su éxito se baso en la creencia generalizada de
ser el único capaz de mantener la integridad territorial
por lo que demando poderes absolutos.48
Investido de una potestad omnímoda, esta era el
fruto de sus hábiles y carismáticos movimientos
ejecutados en los días de la revolución de 1811,
pues conociendo la indolencia y pasividad del pueblo llano,
estrechamente relacionada con la de los antiguos pueblos
misionales de los jesuitas, no podía temer que se formara
la menor oposición a su régimen. Desconfiado de las
doctrinas liberales que se percibían del exterior, decreto
la completa interdicción a toda clase de relaciones entre
la Republica y los demás países del mundo. No era
permitido a nadie salir del Paraguay, y aquellos que lograban
introducirse eran obligados a permanecer dentro49 tal y como
Gervasio Artigas —máximo prócer de la
nación uruguaya y la causa federalista— en su exilio
paraguayo.

Durante su consulado, se acrecentó la
lejanía impuesta por el entorno, mantuvo una
posición de hermetismo diplomático y comercial a su
país, debido a su creencia manifiesta de defensa
permanente contra todo peligro que circunvalara sus dominios.
Esta política fue la respuesta al puerto de Buenos Aires,
herederos de iure del virreinato de la Plata, quien en su calidad
de antigua capital se rehusó a reconocer la independencia
paraguaya considerándola desde entonces como una provincia
rebelde. Por eso se buscaron múltiples forma de
estrangular el proyecto de autonomía económica por
medio del bloqueo al tráfico fluvial, negándole
así libre navegación de su desembocadura natural,
el rio Paraná. Los caudillos de las provincias de
Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe, pusieron también
trabas al comercio paraguayo, hostigando, confiscando y exigiendo
tributo en cada una de las
mismas.50

Dada la hostilidad porteña al gobierno francista,
se impuso el estado de disociación económica con
las regiones del Plata. Concentró las salidas y entradas
del comercio aun existente en solamente dos puertos: El Pilar en
la frontera argentina y el de Itapúa con Brasil. El
comercio de exportación total de yerba mate, tabaco y
maderas preciosas a cambio de armamento y otras manufacturas se
desarrolló bajo una férrea supervisión y
tasación por parte del estado. De esa forma, los
paraguayos se vieron conducidos a la autarquía
sometiéndose al monopolio oficial. En otras ramas de la
económica, la producción algodonera y de granos
básicos se sujetaba a cuotas de producción que
tenían por objeto cubrir las necesidades del mercado
interno frente a la escasez de materia prima del
exterior.51

El estado controló, no solo las actividades
agropecuarias de las estancias privadas, también hizo
competencia desleal a los mismos por medio de la
producción en grandes latifundios a su disposición.
Antiguas tierras realengas y ejidos municipales, ex misiones
jesuíticas, tierras confiscadas tanto a la iglesia como a
los rivales políticos así como reclamaciones de
colonos sobre el descampado. Estas tierras de propiedad
pública se arrendaban a los granjeros y eran administradas
directamente por capataces públicos, quienes con
frecuencia hacían uso de mano de obra esclava. Algunas de
las cincuenta <estancias de la patria> se convirtieron
—dentro de los parámetros de la época—
en eficientes unidades de producción que proveían
de mercancías exportables, suministros para el
ejército y alimentos para los pobres en tipos de
necesidad. Sin embargo en ausencia de un gran estimulo externo,
la economía operó por debajo de la línea del
estancamiento, dando como resultado que la calidad
de vida se mantuviera en niveles
primitivos.52

La sociedad se conformo de una manera muy particular. La
vieja aristocracia colonial asuncena fue exterminada por
Rodríguez de Francia, así como los prósperos
y emprendedores comerciantes peninsulares fueron llevados a la
quiebra por las cargas tributarias, el asilamiento y la
persecución política. Lo poco que quedo de los
patricios criollos se refugió con la clase agricultora de
los estancieros. La expropiación de las haciendas y la
prohibición para integrarse al comercio de productos al
exterior frustro el desarrollo de la agricultura comercial,
privando al Paraguay de una dinámica agropecuaria
comparable con lo que en el resto del litoral se desarrollaba. El
<Dictador Supremo> —como se hacía
llamar— tomaba las mas minuciosas precauciones para impedir
toda reacción contra su autoridad. Cuando finalmente los
estamentos de criollos y españoles intentaron ponerle
freno en la conspiración de 1820, Rodríguez de
Francia desató el primer episodio de
terrorismo jacobino en suelo americano, encarcelando
a mas de 200 personas, casi todos españoles, entre ellos
al último gobernador español Bernardo Velasco,
realizando ejecuciones sumarias con procedimientos propios de la
revolución francesa.53

También se desterró a muchos disidentes a
los fortines fronterizos y prisiones en el lejano norte o
abandonarlos en el Chaco boreal, como fue el caso del ex
cónsul Fulgencio Yegros. La destrucción de la
antigua clase gobernante no implicó necesariamente un
mejoramiento de los sectores populares. A efecto de lo mismo, el
estado y sus escasos sirvientes tomaron las riendas de la
élite tradicional, tanto agraria como comercial. Pensar en
Gaspar Rodríguez de Francia como el líder de una
revolución social —aun bajo sus propios
argumentos— o como el salvador del campesinado nativo
contra la aristocracia terrateniente es una falacia. La gran masa
de población, principalmente los blandos y dóciles
indígenas guaraníes, muchos de quienes se
constituían en campesinos sin mayor organización
que las de sus propias comunidades ancestrales, eran elementos
apolíticos dentro del sociedad paraguaya, meros
espectadores pasivos de la absolutismo francista. Este pueblo
continuaba viviendo y trabajando de forma subordinada, no tan
distinta a la manera en que los jesuitas los sometían dos
generaciones atrás en el tiempo, puesto que los agentes de
gobierno disponían de las labores dentro de las pocas
misiones guaraníticas —como La Candelaria— que
lograron subsistir dentro de territorio
paraguayo.54

La esclavitud perduró durante todo el
régimen de Francia, donde los <esclavos de la
patria> quienes trabajaban en dicha estancias públicas,
en obras para el estado, aunque la nueva ley de 1847
terminó con el comercio de esclavos decretando la libertad
de vientres a los nacidos de esclavas después de 1842 que
hubieran alcanzado los veinticinco años de edad (los
llamados libertos). De acuerdo al censo de 1846, de una
población de 238,862 personas habían 17,212 pardos
(mestizos, mulatos y demás castas) de los
cuales 7,893 eran esclavos y 523 era
libertos.55 De acuerdo al
historiador Richard Alan White (Ph.D., University of
California): <[…] él deseaba desarrollar una
sociedad que plasmara los principios del espíritu
racionalista del "Contrato Social" de Jacques
Rousseau>.56 <[…]
también admiro fueron Maximilien de Robespierre y
Napoleón Bonaparte.>, <Con el fin de crear una
utopía personal, impuso un aislamiento despiadado sobre el
Paraguay, vetando todo el comercio externo, ofreciendo a su vez
proteccionismo a los artesanos nacionales. Se convirtió en
el típico caudillo, que gobernó con
represión y terror
brutales.>57

Un comentario expresado por Antonio de la Cova (Ph.D.,
University of South Carolina) resumen en gran medida la
percepción general sobre este complejo personaje:
<Conforme paso el tiempo, el manifestó mayor
agravamiento en sus actitudes, propias del despotismo y la
arbitrariedad. Profundamente imbuido en los principios de la
Revolución Francesa, fue un hombre de costumbres en
extremo espartanas, antagonista de la pompa y circunstancia
propias del clero. Rompió con la iglesia católica
romana, abolió la institución inquisitorial,
suprimió el Colegio de Teología, eliminó los
diezmos e infringió incalculables ultrajes a los
sacerdotes. Mantuvo a la aristocracia bajo total
subordinación, desalentó el matrimonio, tanto bajo
mandato como con su ejemplo personal, dejando amplia descendencia
ilegitima. Por las extravagancias de sus últimos
años, se ha planteado el alegado de
demencia.>58 Sin familia ni
amigos, desempeñaba las principales funciones de gobierno
y <[…] nadie podía
aproximársele, verle ni hablarle>. Todo indicaba que el
manejo del gobierno, a través de su gabinete se
hacía de forma epistolar, es decir, todas las
órdenes, decisiones y decretos se hacían por
correspondencia. Murió finalmente el 20 de septiembre, a
los 74 años de edad, por un ataque de apoplejía, no
dejando ni papeles ni correspondencia personal, pues siempre se
negó a recibir la que venía del
exterior.59

La
"dinastía" de los López: Apertura al exterior
(1840-1863)

Una monarquía
<republicana>

La tradición de gobierno autocrático en
Paraguay continuó con los sucesores del Doctor
Rodríguez de Francia. El nuevo karai guazú del
Paraguay fue Carlos Antonio López Insfrán
(1792-1862), un abogado asunceno de origen humilde, quién
al principio cogobernó también como
cónsul hasta el 13 de marzo de 1844 cuando se le dan los
mismos poderes que a su predecesor, rigiendo de forma dictatorial
hasta el 10 de septiembre de 1862. En un principio López
no tenía buena reputación entre los extranjeros
—cosa distinta entre sus compatriotas—. Puesto que
invirtió mucho de su tiempo como dictador, para promover y
recompensar a su propia familia con posiciones clave dentro de la
elite gobernante, reservando el premio mayor —la
sucesión— a su primogénito. Los largos
periodos de gobierno, decretados por las distintas asambleas
legislativas, así como la marcada tendencia
dinástica de estos gobernantes autocráticos
hicieron del Paraguay una suerte de monarquía
disfrazada.

No obstante este continuismo absolutista por parte del
López Insfrán, quien era considerado como un
déspota, resulto ser más un gobernante más
benévolo que el jacobino Rodríguez de Francia. Con
el poder absoluto en sus manos, también dispenso a los
presos políticos poniéndolos en libertad, echo a
andar un amplio programa de educación pública para
la toda población, separo y organizó por el sistema
judicial con respecto al poder ejecutivo y estableció la
imprenta nacional. Si bien se beneficio prolijamente del control
estadal sobre las tierras y la economía, dicha
hegemonía pasó rápidamente a manos
particulares, generalmente miembros de su familia o allegados al
mismo.

Antonio López se apartó plenamente con
respecto al sistema francista en dos modalidades fundamentales:
terminó con el asilamiento autárquico del Paraguay
e hizo introducir los rudimentos básicos de la
civilización occidental decimonónica.

Ya desde la década del cuarenta, el presidente
López autorizó el ingreso de comerciantes y
técnicos extranjeros, así como algunos
médicos. Después de 1852, con la caída del
autoritario gobernador porteño Juan Manuel de Rosas y
López (1793-1877), más la apertura de los
ríos platenses, López principió a importar
tecnológica a gran escala. El objetivo de estas
adquisiciones era implementarlas en el Paraguay, junto con las
destrezas y equipamiento necesarios que pudieran dotar a la
floreciente nación de infraestructura vial, industrias,
transporte y armamento. Por eso el presidente giró su
mirada hacia Europa Occidental, particularmente a Gran
Bretaña, a donde envió a su hijo, el brigadier
Francisco Solano López Carrillo (1827-1870).

Este joven de veintiséis años iba a la
cabeza de una misión que llevaba como objetivo la
adquisición de equipo militar, naval y para reclutar
asesores técnicos. La legación visitó
Inglaterra, Francia y España durante el periodo 1853-1854.
En Londres, contrató a A. Blythe & Co. de Limehouse,
una firma local de ingeniería naval para adquirir
suministros y personal. Dado el caudal monetario al que el
bisoño ministro plenipotenciario tenía acceso, este
le permitió convertir al gobierno paraguayo en uno de los
mejores clientes de la casa naviera. Un buque de guerra a vapor
fue encargado—bautizado como el Tacuarí—,
adquiriéndose en consecuencia el equipo y armamento
necesarios, contratando a su vez a los técnicos e
ingenieros que tenían como objetivo entrenar a los
aprendices paraguayos.

Un equipo completo de doscientos contratistas y
técnicos británicos, algunos de los cuales
incluían jóvenes talentos en ingeniería,
como William K. Whytehead, como la mente maestra del primer
programa de modernización en América del Sur. La
maquinaria y los pertrechos británicos se usaron para
construir en Asunción un astillero, junto con un nuevo
muelle y su dársena —o dique seco—, con
capacidad para soportar edificaciones donde reparar los barcos de
vapor; que fue completado en 1860. Un arsenal con aforo
suficiente para producir cañones y aparejos navales, se
fundó en 1856. Importó una fundidora de hierro que
los paraguayos instalaron en Ibicuy, y al mismo tiempo iniciaron
el tendido del sistema telegráfico, instalación que
se prolongó de los siguientes años. La vía
del ferrocarril se inició en 1856 para enlazar la ciudad
capital de Asunción con la ciudad de Villa Rica, y la
marina mercante nacional se inauguró con barcos de vapor
construidos en Paraguay. El gran proyecto de modernización
fue un monumento a la determinación paraguaya, al ingenio
británico y al esfuerzo guaraní. Aun
así contenía algunos elementos singulares que
algunos autores influidos por su particular visión del
mundo han pasado por alto.

En primer lugar, el proceso no representó bajo
ningún punto de vista un caudal continuo de
inversión capitalista dentro de Paraguay. El gobierno
compró y contrato —con fondos de la hacienda
nacional— directamente en el extranjero, pagando grandes
sumas de efectivo en equipamiento y jugosos salarios a todo el
personal foráneo. En tales casos de autogestión, no
se generó <dependencia externa>, pero al mismo
tiempo careció de permanencia pues no tenían alta
demanda del mercado interno. En segundo lugar, estas
instalaciones eran, esencialmente, contratos de defensa
más que instrumentos de modernización, bajo la
estricta lógica económica de largo plazo. La
creación de esta nueva infraestructura tuvo objetivos
militares y jamás se concibió como punta de lanza
para fomentar el progreso económico. En tercer lugar, la
estructura y movilidad socioeconómica no cambió. En
el estricto sentido de la palabra, el gobierno paraguayo
importó a toda la clase media necesaria para cumplir con
sus metas —ingenieros, arquitectos, médicos,
maestros, comerciantes y técnicos
artesanos.

A mediados de la década del sesenta
decimonónico, los extranjeros tenían cerca de la
mitad de todas las licencias de negocios en el país. Sin
embargo, difícilmente dejaron huella alguna en la sociedad
paraguaya. La modernización dependía de la
seguridad geopolítica del Paraguay. López
Insfrán deseaba establecer canales de comercio más
amplios de los dejados por El Supremo, abriendo así
Paraguay al mundo moderno. Liberalizó el comercio fluvial
para todas las naciones, siempre y cuando Buenos Aires y los
caudillos del litoral fueran persuadidos en consecuencia por los
interesados. Los resultados variaron de acuerdo a los distintos
casos.

Los límites fronterizos con la
Confederación Argentina y el Imperio de Brasil aun no
estaban circunscritos, perdurando como manzana de la discordia la
no-definición de jurisdicciones fronterizas. Por otra
parte, el presidente encontró dificultades en su avance
contra Rosas, quien consideraba al Paraguay como una provincia
argentina sin rumbo fijo, por lo que restringió el uso del
rio como vía de comunicación. Los intentos de
alianzas con la provincia argentina de Corrientes y los
brasileños, más tuvieron poco éxito. Juan
Manuel de Rosas en represalia, bloqueó definitivamente el
curso del Plata, por lo que Antonio López respondió
con una movilización general de su ejército en
1845. No obstante esta medida fue prematura., puesto que el
Paraguay no contaba aun con potencial militar
independiente, pudiendo actuar solamente como avanzada auxiliar
de los brasileños. Esta experiencia humillante fue la que
motivo a dictador paraguayo a actualizar el
país.

La caída de Rosas fue un evento regional en el
que Paraguay no tomó parte alguna, más allá
de la alianza formal con el Imperio del Brasil, hecha con
propósito a romper su aislamiento geográfico. La
Confederación Argentina —bajo la
administración del caudillo entrerriano Juan José
de Urquiza y Ramón-García (1801-1870) —
declaró la libre navegación de los ríos en
1853. Las potencias europeas y americanas establecieron tratados
con López Insfrán entre 1852 y 1860, siendo abierto
a plenitud el paso del rio a todo bajel forastero. El nuevo
comercio trajo liberalización incondicional de la
economía paraguaya. En el caso de algunas
mercancías, atrajo de hecho competencia que daño la
producción local —hasta aquel momento—
protegida por el aislamiento.

En los tiempos de Rodríguez de Francia, el
algodón se cultivo extensivamente para consumo en los
hogares; pero después de 1852 las manufacturas extranjeras
penetraron rio arriba, por lo que el pueblo ya no tuvo que pagar
setenta centavos la yarda en concepto de textiles
domésticos cuando podían adquirir los importados
ingleses a diez centavos. Incluso maderas traídas de
América del Norte —como era el caso del pino—
se vendían en Corrientes en clara competencia con las
maderas locales. Cuando el congreso paraguayo le otorgó al
presidente López Insfrán el derecho a nombrar un
sucesor provisorio, el 10 de septiembre de 1862 —dos
días antes de morir—, nombró a su propio hijo
mayor Solano López como único designado a la
sucesión. El <caudillismo hereditario>, se
constituyó como una variante del fenómeno
latinoamericano, utilizó al Paraguay como laboratorio de
la praxis política. Sin embargo, esta decisión
<de último momento> no hubo nada espontáneo.
Francisco Solano López Carrillo, se había criado
como heredero no declarado; y dentro de los límites de sus
magros y excéntricos talentos, fue educado para gobernar,
y su completa formación fue diseñada para
convertirlo en el líder militar dentro del nuevo
Paraguay.

El segundo López continuo así con la
tradicional política económica de
intervención estatal, controlando gran parte del
patrimonio estanciero con el monopolio de exportación de
la yerba mate; en claro contraste con la política de
liberalismo clásico prevaleciente en Buenos Aires, donde
fue duramente atacado por medio de sórdidas burlas para
sí y sus familiares por la prensa argentina. En respuesta
a esto, fue un crítico fiero de Buenos Aires, en parte por
autodefensa, en parte por sus raíces ideológicas.
Mientras que López se preparaba para resistir el avance de
los principios liberales y a la consiguiente supremacía
económica argentina, también presenció la
expansión del poderío imperial
brasileño sobre las fronteras orientales y meridionales.
La política exterior paraguaya hacia Brasil era su prueba
de fuego como estadista. Con su actitud, daba a entender que
gracias al benévolo <despotismo ilustrado> que
aseguraba la paz y el orden en el Paraguay, a la vez que
alcanzaba el progreso material y el poderío militar.
Admiraba, no solo la tecnología británica, sino que
también las ideas imperiales de Napoleón III, con
quien estrecho lazos fraternales durante su visita a la corte
imperial en París, que simbolizaban al Ancien
Régime. Al regreso de su visita por Europa, venia
con una grande y nueva visión para su
país. Soñaba con un vasto imperio
sudamericano, 61 gobernado
desde Asunción —<Madre de las ciudades en
el Plata>— y gobernado por el mismo.

Más para lograr este fin colaboró de cerca
con su padre en la construcción de una máquina
militar y su base industrial. Finalmente López Carrillo lo
sucedió en el gobierno, estaba determinado a proyectar su
nuevo ímpetu hacia el exterior, haciendo del Paraguay en
el guardián del equilibrio político dentro de la
región del Rio de la Plata. No obstante la realidad de su
país distaba de lo mínimo para echar a andar su
proyecto de vida. La hueste personal con la que contó
Gaspar Rodríguez de Francia había tomado para
sí una gran parte del presupuesto nacional, sin embargo su
número no pasaba de 1,500 efectivos, acantonados dentro de
las guarniciones asuncenas y quizás otros cuantos
más en los fortines fronterizos. Solano López
incrementó el tamaño del ejército regular a
la asombrosa cifra de 28,000 tropas (para una nación de
poco más de medio millón de personas), creando
así un temible estado militarizado, si bien como una cruda
parodia de lo que podría esperarse.

La estabilidad y el crecimiento económico del
Paraguay durante el régimen lopista, —todo un hito
en su historia económica de su nación— sin
bien dio paso a la apertura internacional, debe dejarse en claro
que sus principales beneficiados del mismo fueron individuos
cercanos o pertenecientes al círculo social y familiar de
López Carrillo. Cabe recordar que el presidente gobernaba
por decreto, mientras que su Congreso Nacional ratificaba sus
resoluciones. Por tanto derramó generoso favoritismo sobre
sus hermanos y fieles partidarios. Dicha oligarquía
asuncena contaba con un grupo opositor al régimen, muchos
de los cuales venían combatiendo desde hacía
décadas la dictadura, algunos incluso de los tiempos del
Doctor Francia. Estos opositores eran conocidos como <la
legión paraguaya.>

Establecimiento
de relaciones internacionales

 

Desde la muerte del Supremo Doctor Francia, el nuevo
gobierno paraguayo buscó expandir las relaciones
internacionales tanto con las nuevas republicas americanas
así como con los principales gobiernos europeos, con el
ánimo de obligar a Juan Manuel de Rosas,
gobernador de Buenos Aires, supremo caudillo de la
Confederación Argentina entre 1829 y 1852 , a levantar el
embargo comercial al que sometía las rutas fluviales del
Plata. También se buscó el reconocimiento
porteño de la independencia paraguaya. Estas expectativas
se concretaron inesperadamente con la caída del rosismo y
la consolidación del caudillo entrerriano Urquiza,
quién el 3 de febrero de 1852 finalmente —a
título personal— reconoce la independencia de la
autonomía guaranítica. No obstante la falta de
acuerdos políticos derivados del diferendo territorial
—por parte del congreso nacional argentino— y la
falta de certeza en la navegación en la cuenca platina, la
situación de incertidumbre diplomática entre ambas
naciones continuara prolongándose.

Por el lado de la situación brasileña la
situación diplomática es todavía más
delicada, puesto que el gobierno paraguayo mantiene su
posición uti possidetis sobre los territorios originales
de la intendencia del Paraguay, basada en los tratados
históricos hispano-lusos, que durante la época
colonial se suscribieron para el caso. Sin embargo el gobierno
imperial brasileño no ratifica bajo ninguna circunstancia
de retroactividad la documentación histórica,
exigiendo en su lugar, la libre navegación de los
ríos Paraná y Paraguay. Estas vías de
comunicación fluvial son esenciales para lograr la
comunicación con la extensa provincia del Mato Grosso. Las
reuniones entre representantes de ambos países a lo largo
de las décadas, no lograron arrojar resultados positivos,
deteriorando paulatinamente las relaciones diplomáticas
bilaterales.

En agosto de 1853, a causa de una fuerte
discusión con el presidente paraguayo, el embajador
brasileño Felipe José Pereira Leal (1801-1860) fue
expulsado de Asunción, acto de desprecio
rápidamente contestado por Rio de Janeiro el 10 de
diciembre de 1854 al enviar una poderosa escuadra de veinte
buques de guerra y 2000 soldados con el ánimo de buscar
una satisfacción.62
Comandando esta expedición
marchó el almirante Pedro Ferreira de Oliveira, quien
dialogó con el presidente López Insfrán
—a título personal— en un tono más
conciliador y sutil del quien anteriormente representara a su
país. Por eso los paraguayos, quienes ya temían que
los tambores de guerra finalmente llegarían a su patria,
pudieron exteriorizar de forma más tranparente su
posición sobre los temas medulares de la relación
bilateral, la delimitación de límites
territoriales, la libre navegación de los ríos y
los asuntos aduanales frente al comercio.

Durante estas pláticas se desempeño por
primera vez como representante del gobierno paraguayo, el
incipiente brigadier Solano López. La actitud
diplomática del almirante brasileño prodigo a los
paraguayos, le valió agrias críticas a de regreso a
su país, tanto por parte la prensa carioca como de
miembros del parlamento imperial e incluso del mismo soberano,
dom Pedro II (1825-1891).63
Argumentaba que <el largo litigio era la herencia del
coloniaje, de la ignorancia [tanto de
brasileños como paraguayos] de la geografía
americana, [descrita en el] vago y confuso Tratado de San
Ildefonso (1777)>. Otro problema era la falta de voluntad
política y certeza jurídica para hacer cumplir con
los acuerdos de amistad y navegación, puesto que
constantemente se hacía por parte del cónsul
paraguayo la vista gorda sobre el último punto, pues la
travesía de los distintos buques —sin importar la
nacionalidad— debían finalmente atracar en todos los
puertos paraguayos y pagar las tarifas por peaje
impuestas.64

En el caso de las relaciones con la Argentina, luego de
la derrota del Rosas en Caseros (1852), el nuevo presidente de la
Confederación Argentina, Justo José de Urquiza,
simpatizante del gobierno paraguayo (por su postura autonomista y
conservadora) rápidamente se establecen relaciones
diplomáticas entre ambas naciones. Consiguientemente el
presidente López Insfrán suscriben con Urquiza el
<Tratado de Navegación y Limites con el Paraguay>
—15 de julio de 1852— reconociendo finalmente la
independencia de este último, el cual queda definida la
región del Chaco Boreal en poder de los paraguayos,
mientras las misiones transparanænses quedaban integradas a
la confederación, según lo acordado en
el tratado Valera-Derquí.65
Después de este triunfo
diplomático, sumando al reconocimiento previo
de Brasil y Bolivia —1843—, junto a Uruguay y Chile
—1844— el comercio de la cuenca del
Plata se reanudó exitosamente, abriéndose la
navegación a todo buque mercante desde la villa del Pilar
hasta la ciudad de Asunción. El intercambio de productos y
bienes del exterior (principalmente manufacturados) por la
producción agrícola de yerba mate, tabaco y maderas
preciosas (como el quebracho chaqueño) hizo resurgir el
dinamismo comercial que en tiempos del aislamiento
político impuesto por la dictadura francista como el
bloqueo económico rosista habían casi desaparecido.
Otros actores internacionales como los británicos,
franceses y americanos rápidamente enviaron a sus
respectivos representantes diplomáticos con el fin de
aprovechar la apertura de un nuevo mercado en el cual poder
intercambiar con los paraguayos.

En respuesta a estas visitas, fue enviado como ministro
plenipotenciario en Europa, el ahora general Solano López
para ratificar los acuerdos firmados en Asunción con cada
uno de sus países. Con el comercio llegó al
prosperidad económica y por tanto el progreso material en
los puntos principales de la Republica. Las arcas del tesoro
nacional de la época heredado de la época de Gaspar
Rodríguez de Francia estaban llenas por lo que se pudo
disponerse para el mejoramiento del ornato en las principales
ciudades del país como mansiones, iglesias, casas de
comercio y puertos fluviales. Se instaló la primera
industria siderúrgica en Ybycuí y la paulatina
transición de las instituciones consulares a las que eran
más propias del republicanismo liberal, no obstante sin
que cayeran en los cambios drásticos que han dado por los
suelos otros proyectos nacionales en países vecinos,
presas de la anarquía social y a la
atomización política.66
Ante la prolongada discusión en el pleno del
congreso argentino por la ratificación del
tratado Varela-Derquí, el gobierno imperial —en
forma un tanto ambivalente— se apresura a persuadir al
gobierno de Antonio López —con claro ánimo de
cizaña— de mantener la alianza defensiva frente a
<los demás [países de América] que son
pueblos sin fe, sin gobierno, sin carácter…>. En
1855, la asamblea legislativa de Argentina finalmente rechaza
aduciendo <artículos perjudiciales en los derechos
territoriales de la
confederación>.67

Luego del reconocimiento parcial de
Argentina, las potencias exteriores —antes
enumera-das—establecen separadamente tratados bilaterales
con los paraguayos. En respuesta recíproca, Solano
López es nombrado por el presidente Antonio López
como ministro plenipotenciario del Paraguay junto con otros altos
dignatarios, con quienes partiría a la misión
diplomacia paraguaya rumbo al viejo mundo. Parten el 12 de junio
de 1853 para realizar la visita correspondientes a la reina
Victoria de Gran Bretaña (1819-1901), al emperador
Napoleón III de Francia (1808-1873) y al rey de
Cerdeña, Víctor Manuel II (1820-1878) con el objeto
de ratificar los anteriores acuerdos y establecer relaciones
diplomáticas y comerciales.

Durante la travesía al Viejo Mundo, la
delegación paraguaya invierte su tiempo —entre otras
encomiendas— a recabar información sobre los
astilleros ingleses, franceses, belgas y alemanes, con el objeto
de contratar la fabricación de barcos de vapor. Por falta
espacio en la agenda del sumo pontífice Pio IX, con el
objeto de reanudar el concordato roto en época del Doctor
Francia, la delegación emplea su tiempo en las cortes
españolas de la reina Isabel II, con el ánimo de
negociar los estatutos y obligaciones pendientes surgidas durante
el periodo de independencia paraguaya frente a la Corona
Española, logrando finalmente su cometido en noviembre de
1853.

En definitiva los objetivos del ministro López
Carrillo se pudieron ratificar, afianzando así los lazos
diplomáticos con las principales monarquías de
Europa Occidental, a favor de la republica paraguaya y la
contratación de cientos de profesionales y técnicos
de distintas ramas del saber (literatos, músicos,
maestros, ingenieros, arquitectos, matemáticos, así
como médicos, químicos, farmacéuticos, y se
formalizaron acuerdos para construcciones militares. Incluso
dejó cimentados los objetivos para el proyecto migratorio
hacia Paraguay trasladando al país cerca de mil labriegos
franceses, sociedades alemanas, belgas e inglesas de
migración que contribuyeran a la introducción en
el país de técnicas y elementos
avanzados en el ámbito rural
paraguayo.68

Situación
ante bellum en el Plata (1862-1864)

Semblanza de los primeros años del
joven presidente.

Al morir el presidente Carlos Antonio López, a
finales de 1862, encomendó por escrito a su hijo y sucesor
Francisco Solano una serie de indicaciones importantes a seguir:
<Hay muchas cuestiones pendientes de ventilarse, pero que no
trate de resolverlas con la espada, sino con la
pluma, principalmente con el Brasil.> Según palabras
del cónsul brasileño, Amaro José dos Santos
Barboza (s.f.). Este temor a los brasileños, venia de su
actitud cada vez más belicosa desde 1848. Por eso en la
correspondencia diplomática se previó incluso la
posibilidad de aliarse con algunas de las provincias más
hostiles a Buenos Aires, como Corrientes y Entre Ríos; con
quienes esperaba concretar un nuevo equilibrio político en
el Plata. Con este escenario ideal se podrían detener las
aspiraciones expansionistas brasileñas y argentinas,
así como preservar la libre navegación por toda la
Cuenca del Plata, seriamente amenazada ya por la
fortificación de la isla <Martin
García> en pleno Mar de
Plata.69

El día 15 de septiembre de 1862, el Congreso
Nacional se reunió para ratificar formalmente la
sucesión presidencial en manos del brigadier Solano
López. Ya en el mando, López Carrillo
continuó con las lentas pero firmes reformas
institucionales iniciadas por su padre. Las obras publicas como
el Palacio Nacional y el Teatro de la Opera se desarrollaban con
firmeza para elevar el ornato asunceno. En el ramo agropecuario
realizó un nuevo censo (1864), con el que se desarrollo
una política de fomento más preciso que favoreciera
a los agricultores.70 En el ramo
institucional, el presidente tenía
conocimiento previo de las aspiraciones políticas de los
paraguayos por contar con una constitución
política. Sin embargo —en sus palabras—,
tenía poca confianza en el mecanismo, pues si bien <es
atractivo en la forma, en el fondo práctico solo acarrea
desgracias, enumerando los intentos conocidos por parte de sus
vecinos.> En este mismo orden de ideas también
—para desgracia suya y de su pueblo— rompió el
aislamiento político tradicional paraguayo, con el
ánimo de convertir al Paraguay en el nuevo arbitro de la
política platina, lo que finalmente lo llevo a la debacle
contra sus vecinos.71

López
Carrillo y su política exterior

Cuando Solano López tomó las riendas del
Paraguay, el plazo para renovar el tratado Berges-Paranhos
(6/4/1862) expiró, con lo que el conflicto
limítrofe caldeo de nuevo las aguas de la diplomacia. La
penetración brasileña durante esos años en
el territorio disputado entre los ríos Blanco
e Ygurey (al norte) y los ríos Apá y Jejuí
Guazú72 se intensificó en esta
época, cuando el parlamento imperial pasó a
manos del Partido Liberal, quienes de acuerdo a su
ideología ardientemente positivista veían con
recelo al país guaranítico gobernado por un
régimen relativamente conservador, con el agravante de
tener buenas relaciones diplomáticas tanto con sus
homólogos blancos del Uruguay.

Por otra parte, los antiguos caudillos del federalismo
autonómico argentino, quienes en el pasado manifestaron su
admiración por el régimen dictatorial paraguayo
—que desde su perspectiva significaba paz y orden—,
tenía puestos sus ojos sobre el Paraguay como
último reducto de autonomía y tradición
conservadora contra el centralismo porteño y el inexorable
avance del librecambismo. Dos modelos de pensamiento, por tanto,
competían por la supremacía del Rio de la Plata,
suponiendo un conflicto entre dos visiones contrapuestas del
mundo: constitucionalismo contra autoritarismo, liberalismo
reformista contra conservatismo tradicionalista, Mitre contra
López. Y cada uno temía verse
infectado por el otro.73

Cuando asume el mando de la presidencia, ya como
Republica Argentina el nuevo régimen buscaba formar una
nación bajo los principios del liberalismo positivista, el
general Bartolomé Mitre Martínez
(1821-1906),también le molesta la pretensión de
López en inmiscuirse en los asuntos políticos del
Uruguay, especial tenido como <talón de Aquiles> la
continua actitud separatista tanto de entrerrianos como
correntinos (entre los provincianos más agitados),
opuestos al centralismo de la autoridad porteña, quienes
para exacerbar los ánimos de los bonaerenses, utilizaban
como puerto de salida al mundo exterior el puerto de Montevideo.
En aquellos días, la República Oriental del Uruguay
era gobernada por Bernardo Berro Larrañaga (1803-1868),
político de tendencia conservadora (por parte del partido
blanco) quien patrocinó durante su gestión la
recuperación económica uruguaya tras
la desastrosa <Guerra Grande (1839-1851)>. El gobierno de
los blancos uruguayos fomentó la ganadería y el
comercio derivado de la misma, que a su vez atrajo el ingreso de
capital extranjero para la inversión.

La falta de ratificación territorial del Paraguay
con sus vecinos argentinos, puso de nuevo el dedo en la llaga, ya
que los territorios de las misiones transparanænses como
los llanos chaqueños no contaban aun con fronteras
definidas. Paraguay bajo el uti possidetis consideraba como suyas
la tierras confinadas por los ríos Bermejo y
Pilcomayo—mas el Chaco boreal—, mientras que
Argentina reclamaba todo el Gran Chaco entre los ríos
Verde y el Paraguay. Para esta época varios
periódicos porteños iniciaban una campaña de
difamación hacia la figura de López,
calificándolo como <dictador salvaje y
bárbaro>, predicando la guerra de liberación
para el pueblo paraguayo. Cabe destacar que estas publicaciones
eran afines al mitrismo y la oposición paraguaya en el
exilio. La interpretación ideológica de los bandos
políticos en pugna dentro del escenario platense se
concentraba entre las facciones liberales (unitarios argentinos y
colorados uruguayos) contra las conservadoras (federalistas
argentinos junto con blancos uruguayos) cada uno aliándose
con sus semejantes naturales.

Uno de los personajes del liberalismo uruguayo, era un
añejo veterano de las luchas libertadoras en la Banda
Oriental de mediados del siglo XIX. Este personaje para 1856
estaba al servicio del general Mitre en su lucha contra el
general Urquiza, se levantó con pie de guerra contra el
gobierno conservador del Partido Blanco. Su nombre era Venancio
Flores Barrios (1808-1868), militante del Partido Colorado, que
en connivencia con el gobierno de Buenos Aires, desembarcó
el 19 de abril de 1863, cerca de la desembocadura del rio Negro,
dando inicio al proceso que culminaría con la guerra
más sangrienta de la América del Sur. A su vez, el
presidente Berro, temiendo que la hegemonía
brasileña —tanto política como
económica— representada por los fazendeiros de la
frontera con Rio Grande do Sul siguiera incrementándose.
Los inmigrantes riograndenses emplean esclavos en lugar de
emplear la mano de obra asalariada —como bien lo
hacían los productores orientales— y contaban con
granjerías mercantiles para la exportación, lo que
facilitaba enormemente su comercio. Sin embargo, debido a estas
presiones de los estancieros locales —según el
tratado de 1851—, ya no renovó los acuerdos
prescritos con Brasil impidiendo la libre circulación
en los ríos Cebollate y
Olimar.74

Cuando los efectos de la guerra civil uruguaya tocaron
los intereses brasileños —en suelo oriental—,
el caudillo rioplatense Antônio de Sousa Netto (1803-1866),
cabildeo el terma virulentamente en Rio de Janeiro. Encuentra eco
entre los liberales, la prensa y el parlamento para que ocurriera
una eventual intervención que buscara satisfacer
"tropelías sufridas por súbditos de SM". La
respuesta fue una carta de satisfacción al gobierno
uruguayo exigiendo respeto a la vida, propiedades y honores
otorgados a súbditos brasileños, enviada por medio
de una unidad militar que acampó en la frontera, mas el
despliegue de una escuadra naval —al mando del almirante
Joaquim Marques Lisboa, Marquês de
Tamandaré — en aguas del Plata, alarmando a todas
las naciones platenses.75

Mientras esto se daba, en Asunción se
recibía al ministro plenipotenciario del Uruguay, Octavio
Lapido (s.f) quien a petición del caudillo Urquiza,
suplicaba al gobierno paraguayo el abandono de su política
aislacionista, para así involucrarse más en los
asuntos platinos, por temor a una posible restauración del
viejo virreinato bajo el dominio porteño.

 

La Cruzada Libertadora de Venancio Flores e
inicio del Ñorairõ Guazú— la guerra
grande—

Sin llegar a ningún acuerdo que
pusiera fin a las sangrientas trifulcas entre colorados y
blancos, agregado al arbitraje parcializado de los
brasileños a fines de agosto de 1864, el vapor e Salto>
es atacada por un cañonero brasileño cerca de
Concepción del Uruguay. El objetivo era
dirigirse a la población de Mercedes, sitiada por las
guerrillas de Venancio Flores. Una vez caída la villa
oriental, en consecuencia, el gobierno blanco expulsa a
João Alves Loureiro, barón de Javari (1812-1883),
ministro plenipotenciario brasileño de Montevideo, por la
intervención de facto en la guerra civil uruguaya;
rompiendo de esta forma las relaciones diplomáticas. Los
montevideanos llegaron furiosos a la plaza de la Independencia,
quemando acuerdos y exaltados piden dar muerte a los
brasileños.

Cuando el presidente paraguayo se entera
del ultimátum entregado por el oficial imperial
Jose Antônio Saraiva (1823 1895) al nuevo presidente
del Uruguay, Atanasio Cruz Aguirre (1801-1875)
exigiendo la satisfacción para proteger con sus fuerzas
armadas a súbditos y propiedades brasileñas en
Uruguay, envía el 30 de agosto de 1864, al ministro
brasileño en Paraguay César Sálvan Viana da
Lima, su formal protesta frente a la intervención imperial
en la republica oriental, considerando <cualquier
ocupación del territorio oriental, por motivos consignados
en el ultimátum como atentatoria al equilibrio de los
estados del Plata como garantía de seguridad, paz y
prosperidad, librándose de responsabilidades por las
consecuencias ulteriores.>

Las respuestas y replicas hicieron entrever que las
acciones no serian interrumpidas por lo que el clamor de los
partidarios paraguayos, en apoyo a sus hermanos uruguayos en la
plaza de Asunción, llegaron finalmente a oídos del
presidente López Carrillo quien finalmente se
pronunció a favor de una intervención directa del
Paraguay en el conflicto. Al asumir Tamandaré el papel de
supremo árbitro en la guerra civil del Uruguay, en
conocimiento pleno del inminente choque contra los paraguayos,
ordenó a las tropas imperiales el 16 de octubre de 1864,
cruzar la frontera oriental, hasta tomar la villa oriental de
Guardia de Melo. La operación estuvo a cargo del general
José Luís Mena Barreto (1817-1879) y cuatro
días después se oficializa la alianza entre Brasil
y la facción colorada de Flores, tras la toma de Salto
(24-28/11/1863) poniendo sitio finalmente a Paysandú, el 3
de diciembre. Se inicia así la guerra
guazú.

Primera etapa
bélica: El ímpetu paraguayo
(1864-1865)

Movilización de la maquinaria
bélica paraguaya.

Con los hechos narrados anteriormente , las tropas
paraguayas se desplegaron por todo el rincón suroccidental
de Paraguay. En esta región —donde confluyen los
ríos Paraguay y Paraná—, se encontraba el
corazón el sistema defensivo del
<Cuadrilátero>, en cuya cabeza se
situó la principal fortaleza fluvial de la republica
paraguaya, San Carlos de Humaitá. La guerra era un hecho
inminente. Esperando el apoyo del entrerriano Urquiza, el
gobierno paraguayo se ofrece como aliado por cualquier
pronunciamiento entrerriano contra Buenos Aires, mediante del
cónsul José Rufo Caminos (s.f.). En un principio
hubo anuencia por parte del caudillo entrerriano, con el
incondicional entusiasmo de los jinetes gauchos ante las
noticias de la invasión
brasileña.76

El 12 de noviembre de 1864, navegando en el vapor
<Marquês de Olinda> rumbo a la provincia del Mato
Grosso, el coronel Frederico Carneiro de Campos (1800-1867) como
nuevo gobernador provincial, es capturado cerca de
Concepción por el acorazado Tacuarí, después
de ser recibido solemnemente por el presidente López en
Asunción77 dos días antes. Ese mismo día se
rompen relaciones diplomáticas y comerciales con el
Imperio de Brasil. Aun en estado de guerra ambas
naciones, no obstante, no tenían posibilidad
de atacarse directamente, dada la incomunicación entre
ambos territorios. Sus centros neurálgicos tenían
de por medio vastas zonas despobladas de montes y selvas. La
única vía de comunicación viable se
desarrollaba en medio de las provincias
mesopotámicas de la Republica Argentina:
Corrientes y Misiones.78

En ese momento tanto Mitre como Urquiza eran asediados
por sus más belicosos partidarios (Elizalde y el ministro
de guerra, Juan Andrés Gelly y Obes (1815-1904), ambos
partidarios del centralismo. En Brasil también las
opiniones se encontraban fuertemente divididas entre los
prosélitos de la guerra, —como el vicealmirante
Tamandaré, la facción liberal de los fazendeiros
riograndenses y el propio emperador—, y de quienes deseaban
agotar la vía diplomática, como la
cancillería de Itamaraty (el ministerio de relaciones
exteriores) junto con los políticos cariocas,
burócratas de raigambre conservadora.

A mediados de febrero de 1865, la pavorosa imagen que
López tiene del gobierno mitrista y la conducta
errática de Urquiza hablan por sí mismas. La
violación que Mitre infringe sobre la neutralidad del
río Paraguay, permitiendo uso de bases argentinas a la
escuadra imperial en <Tres Bocas> más la
campaña negra emprendida contra López y su familia
por prensa porteña, exasperan al presidente paraguayo. La
asamblea legislativa paraguaya, en sesión desde el
día 5 de marzo de 1865, se pone al tanto de la
situación internacional, nombrando de esa forma a
López como <Mariscal de los Ejércitos
Paraguayos>. Para mediados del mismo mes, con noticias del
bloqueo brasileño en <Tres Bocas>, el
día 18 de marzo de 1865 se declara formalmente la guerra a
la Argentina, dos días después el telégrafo
y el ferrocarril llegaban a sitios estratégicos de defensa
nacional, Paraguarí y
Humaitá.79 El joven coronel y
secretario de la cancillería, Juan Crisóstomo
Centurión (1840-1909), es testigo de la asamblea, recuerda
en sus memorias ciertas reflexiones que hiciera al presidente
López sobre sus decisiones diplomáticas: <Hace
mal amigo, pues el Paraguay tal vez pueda hacerse con una
nación, pero con dos, que necesariamente han de hacer
causa común, me parece muy aventurado, es una imprudencia
y el que mucho abarca poco
aprieta.>80

Lo razonado en la declaratoria por la
negación del paso por territorio argentino, se
entendió por el lado paraguayo como: <el
desconocimiento de los derechos paraguayos sobre Misiones y por
proteger a la oposición paraguaya en Buenos Aires, que
como traidores a la patria, brindan apoyo al imperio
brasileño y a los arteros ataques de la prensa hace contra
el Paraguay y su régimen>. Esta nota se publicó
el 23 de marzo de 1865 en <El Semanario>, periódico
oficial del gobierno. La nota se envió a la Argentina,
llegando el día 8 de abril de 1865 por el puerto de Buenos
Aires, aun cuando ya se sabía de la misma
para el día 11 de abril, no se comentó nada por
parte del gobierno de Bartolomé
Mitre.81

Invasión
al remoto Mato Grosso

La primera fase de la guerra contra Brasil
por parte del ejército paraguayo fue la
campaña jetivo hacerse de del
Mato Grosso, que según los entendidos en
estrategia militar tuvo como principal obla mayor
cantidad de material bélico posible, dada la carencia de
recursos disponibles en el país. La 1ª
columna que comprendía la expedición al territorio
brasileño de cinco vapores, tres goletas y 3,200 hombres
que parten el 24 de diciembre de 1864. En Villa Concepción
se divide entre dos regimientos. El coronel Vicente Barrios
(1825-1868) —yerno del
presidente—navegando hacia el norte atacando
la fortaleza de Coímbra, Albuquerque y Corumbá,
sobre el curso del Paraguay.

Junto a la flota paraguaya toman el barco
brasileño Amahambay en su regreso a la Corumbá en
auxilio de la población civil, su objetivo: la capital
provincial de Cuiabá. Conquistando el litoral
ribereño, los paraguayos se apoderan de armas, municiones
y pólvora dejando una guarnición de
1,000 efectivos, regresando el resto a Asunción. La
2ª columna también marchó al Mato Grosso, al
mando del coronel Francisco Isidoro Resquín (1823-1882),
con 2,500 hombres; dirigiéndose al noroeste, rumbo a
Coxim, alcanzando poblaciones abandonadas de Nioaqué y
Miranda. La 3ª columna en invadir el territorio fue la del
capitán Martin Urbieta (s.f) con 200 hombres haciendo
incursiones en Chirigüelo hasta Punta Porá,
conquistando Colonia Dourados para luego doblar hacia el norte
enlazándose con la 2ª columna del coronel
Resquín.

Como campaña militar fue expedita, fulminante,
—desde la noche buena de 1864 hasta el año nuevo de
1865— y materialmente exitosa; pues se apoderaron de todo
el equipo y pertrechos bélicos recién llegados de
Río de Janeiro. No obstante por el tiempo perdido en un
lejano teatro de operaciones no se lograron victorias
estratégicas sobre el imperio brasileño, mas aun
que la idea principal del mariscal López era llegar de
inmediato a Montevideo, se encontraba bajo asedio de la flota
imperial. Con la marcha hacia el sur, el punto era unirse con los
oficiales del Partido Blanco y llevar juntos la
guerra al Brasil.83

Paysandú, primera ciudad
víctima de la guerra guazú

Para la segunda fase de la guerra, la
campaña de Corrientes y Uruguay, el estado mayor
paraguayo —que a la sazón
encabezaba el mismo mariscal López— envió
entonces a su ejército con dirección a
Río Grande do Sul. Cruzando el territorio en litigio de
Misiones, a la espera que Urquiza y sus milicias
gauchescas finalmente se unieran a los paraguayos. Este invita
nuevamente a los entrerrianos a unir filas, asegurando que la
acción no es en contra de las provincias
mesopotámicas ni contra el gobierno nacional argentino; a
pesar de tener pleno conocimiento que el gobierno porteño
solapa las acciones de las guerrillas coloradas, y la
intervención brasileña en Uruguay. Urquiza siente
la presión de la cuestión sanducera, pues sus
comprovincianos esperan su pronunciamiento cuando llega el
comandante Tamandaré con cinco barcos al puerto de
Paysandú. Esta fue la primera vez que una ciudad platense
recibía un bombardeo de tal magnitud, el cual
destruyó casi totalmente su iglesia catedralicia. Entre
3,000 y 4,000 sitiadores colorados, argentinos y
brasileños lucharon contra 1,200 defensores de los que
solo 200 eran militares profesionales, el resto fueron civiles
que se dedican a distintas actividades económicas, desde
estancieros, pasando por comerciantes llegando hasta
los humildes peones. Ciudadanos comunes defendiéndose
contra 40 cañones ubicados en un sitio llamado «Las
Tunas».

El 9 de diciembre de 1864, los sanduceros piden una
tregua, solicitando la evacuación de las mujeres, con sus
hijos y los ancianos, quedando atrás solo 15
féminas para defender la ciudad junto con sus maridos en
labores de asistencia. Los refugiados se albergan en un islote
argentino cercano, mientras Paysandú era aniquilada por
los invasores. Según las memorias de Juana
Valentín, una de las refugiadas, <aquí los
campamentos se levantan sobre carpas con cuatro postes y mantas
para proteger del sol a los angustiados y hambrientos
expatriados, dados los días de calor austral. Carpas
hechas con encerados ofrecidos por buques extranjeros con ramas,
manteles, colchas y vestidos de arpillera. Mientras tanto la isla
temblaba con los cañonazos como si se tratara de sacudidas
del mar y el hierro>, Los entrerrianos, de manera particular,
envían víveres a los refugiados sanduceros siendo
esta obra de benevolencia el origen del su nombre: <la Isla de
la Caridad>. Pero mientras Paysandú hace el
último esfuerzo por resistir, el general Urquiza se
reúne con el jefe de caballería, Manuel Luís
Osorio (1808-1879), con quién cierra la venta de 30,000
cabezas de ganado equino de su propiedad para el ejército
imperial.

En las memorias de coronel Leandro Gómez
(1811-1865), jefe militar de la defensa y fechadas el 31 de
diciembre de 1864, narra lo siguiente: < […] adentro de
la ciudad abundaban los muertos y no había espacio donde
poder enterrarlos, no había ni tiempo ni lugar […]
>. Éste, junto con su plana mayor, pidió tregua
la noche de año nuevo y al día siguiente, entrando
los soldados brasileños demandando su rendición. El
2 de enero de 1865 la ciudad cae y los cuerpos de los muertos
fueron arrojados por las fuerzas de ocupación a una fosa
común.

La
invasión paraguaya a Corrientes

Ante la noticia de la caída de Paysandú
(2/01/1865) y el fusilamiento de las milicias defensoras por
órdenes del caudillo Flores, las poblaciones del Plata
finalmente arden de cólera. Paysandú era la segunda
ciudad más importante de la Banda Oriental, y centro de la
región vinculada culturalmente a Paraguay, Entre
Ríos, Misiones, Uruguay y Santa Fe. Todo lo que
ocurría en la población uruguaya repercutía
irremediablemente en la región. Su afluente (el rio
Uruguay) era más importante que el Paraná, debido a
que su recorrido era prolongado y remoto, llegando a durar los
recorridos en barco velero por varios meces. El río
funcionaba como vía principal para unas 150,000 personas.
Los pobladores de esta región se desplazan libremente a
ambos lados de río, (Paysandú en Uruguay y
Colón en Entre Ríos) debido que en finales de 1864
las fronteras nacionales era prácticamente
inexistentes.84

Al enterarse de la movilización paraguaya,
Urquiza aseguró que no condenar su entrada en Misiones
como casus belli contra la Argentina, pero recomienda a
López solicitar permiso de transito a Mitre; en caso que
este último se negara Urquiza <se comprometía a
ponerse de parte del Paraguay>. En los despachos de cartas
entre las cancillerías de Jose Berges (paraguayo,
1820-1868) y Rufino Jacinto de Elizalde (argentino, 1822-1887) se
requiere al gobierno de Mitre paso libre para alcanzar sobre las
tropas imperiales en Uruguay. El presidente argentino se niega
ante la necesaria disponibilidad de permitir a su vez al Brasil
el tránsito por la susodicha provincia,
convirtiéndola así, en potencial campo de batalla.
Lo irónico de este argumento es que la flota
brasileña utilizaba —ya de hecho— el
territorio argentino a para apoyar al bando colorado en el
Uruguay.

Cuando termina el período de Aguirre como
presidente de la republica oriental, asume el mando el presidente
del senado, Tomas Villalba (1805-1886) quien inicia negociaciones
con Flores. El caudillo colorado es intimado por Tamandaré
a mantener, en caso de necesidad, la alianza militar contra
Paraguay, en calidad de protegido tanto de Mitre como de Su
Majestad. Llegado a un acuerdo final, se firma el protocolo del
20 de febrero de 1865 —en la villa de la
Unión—, permitiendo la entrada triunfal
a Montevideo de los colorados y la consiguiente entrega del poder
ejecutivo a Flores, precipita la caída del partito
nacional del Uruguay. Desde este momento, el gobierno paraguayo
queda políticamente queda aislado.

El día 14 de abril de 1865 López ordena el
ataque y ocupación de la ciudad de Corrientes situada a 80
km de Humaitá, en territorio argentino, con una escuadra
de cinco buques al mando del capitán Pedro Ignacio Meza
(1813-1865) que bajan por el río Paraná.
Días antes cuando el gobernador correntino Manuel Ignacio
Lagraña (1821-1882), había sido informado sobre
estos movimientos de tropas, solicita refuerzos a Buenos Aires,
pero Mitre hace caso omiso y no acusa recibo sobre la
declaración de guerra del Paraguay. Cuando los paraguayos
finalmente llegan, la escuadra fondea en el puerto
apoderándose de dos buques argentinos que se encontraban
en reparación: el <25 de mayo> y el
<Gualeguay>.

Estos buques son antiguos pero aun
así están equipados para la guerra. Con una fuerza
de 3,000 soldados de infantería más
800 de caballería a las órdenes del general
Wenceslao Robles (c.1808 1866). La defensa de la ciudad era de
solo 120 efectivos, entre soldados de infantería, marinos
y voluntarios mitristas, luchan inútilmente contra los
invasores guaraníes, quienes ocupan la plaza sin
problemas. El sector afín a los antiguos federalistas
simpatizaba con la expedición paraguaya, pues reciben al
contingente paraguayo en la casa del gobernador con la bandera
paraguaya izada en la astabandera. Una junta provincial
eventualmente haría una declaración de alianza con
el Paraguay, declarando al gobierno de Mitre como <traidor a
la patria> al apoyar a los brasileños en su
invasión a Uruguay.85

En consecuencia, el gobierno provincial huye a San
Roque, población del sureste correntino. Enterados de la
invasión paraguaya, el gobierno de Mitre exalta con
arengas nacionalistas los ánimos de los porteños,
solicitando a todos los argentinos presentarse a los cuarteles en
veinticuatro horas, prometiendo llevar a los ejércitos
nacionales hasta Corrientes en quince días y a
Asunción en tres meses. Partían sin saber que la
capital paraguaya caería hasta tras una lucha sangrienta.
Entretanto, los paraguayos terminaban el desembarco de 25,000
efectivos más la artillería que iba al
mando del general José María Bruguez
(1827-1868). El general Robles y el secretario de la
cancillería paraguaya, el coronel Centurión, se
reúnen con la asamblea de vecinos partidarios de la causa
paraguaya, para organizar un triunvirato que gobernara la
provincia. A finales de abril, el ejército paraguayo
proyecto su marcha paralela al litoral paranaense.

Mientras tanto, se le comunica al general argentino
Wenceslao Paunero (1805-1871), que en Corrientes solo hay una
pequeña guarnición de soldados paraguayos, por lo
que debía avanzar sobre ellos con ocho acorazados
imperiales y dos vapores de guerra argentinos, con una fuerza
militar de 725 hombres. Es entonces que el 25 de
mayo de 1865 inicia el sitio a Corrientes por los aliados. Para
demostrar la simpatía entre las fuerzas aliadas, los
navíos brasileños izan la bandera federal mientras
los buques argentinos el blasón imperial. Tras la batalla
mueren casi quinientos efectivos de ambos lados, más de la
mitad del lado paraguayo —con 400 bajas— y el resto
de los hombres del lado aliado—62 muertos—, dejando
decenas de heridos.

Los paraguayos son ese día derrotados y
expulsados de la ciudad, retirándose a la población
de Empedrado, siempre en territorio ocupado para reorganizar sus
fuerzas. No obstante la ocupación de la plaza, los aliados
se ven forzados a retirarse debido a la dificultad de defender la
plaza, ante el contraataque guaraní que se esperaba desde
<Paso de Patria>, en la costa paraguaya. Sin apoyo de la
retaguardia aliada, Paunero no cuenta con suficiente tropa para
hacer frente a la eventual embestida, por lo que sin previo aviso
a las autoridades locales en la madrugada del 27 de mayo, se
retiran los vencedores después de un macabro episodio de
ahogamiento de muchos efectivos en el reembarque. Para este
momento el río Paraná se encuentra subyugado por la
flota imperial brasileña, la mejor equipada y más
poderosa fuerza naval de América del Sur.

El nefasta
invasión a Río Grande do Sul

El primer regimiento en salir de la ciudad
de Corrientes fue el general Robles, al mando de
8,000 soldados, dispone continuar la expedición
camino hacia el sur por la ribera del Paraná, dejando tras
de sí la guarnición de Corrientes reducida a 1,500
hombres. La historiografía paraguaya lo recuerda, como un
viejo oficial intransigente e insubordinado, que no
respondió a la orden de replegarse cuando se le necesito
de regreso en Corrientes. Su error fatal —que finalmente le
costó el mando— fue agraviar al
presidente López cuando rechazó una
condecoración al merito entregada por el teniente coronel
Paulino Alén (1833-1868), por atreverse a levantar una
protesta por lo inadecuado de la logística que
abastecía a sus tropas en la villa de Goya, por lo que
continúa la ruta hacia Río Grande do
Sul.

Entre tanto, el teniente-coronel Antonio de la Cruz
Estigarribia (s.f.¿1865?) con un contingente de 15,000
tropas, cruza el alto Paraná, por la villa de
Encarnación cortando el territorio de Misiones en dos
hasta llegar al litoral del Uruguay y proseguir la ruta hacia
territorio riograndense. Se ha especulado sobre razón de
dividir el grueso de la <división sud> en dos, ya
que acuerdo al rumbo que tomaron ambos regimientos se ha
interpretado como que el mariscal López esperaba realizar
algún tipo de estrategia relámpago. La consecuencia
lógica de una estrategia semejante obligaba a Robles
—en el mejor de los casos—, a llegar al estuario del
Rio de la Plata, mientras que Estigarribia —en
la ruta oriental— obtuviera el control del curso inferior
del Uruguay.86 Tras una
refriega entre las canoas cañoneras paraguayas y una flota
menor brasileña en el Uruguay, cerca del arroyo
Pindahymirím el 31 de julio de 1865, la división
expedicionaria paraguaya logra tomar la villa de San Thomé
y demás poblaciones clave del Uruguay. Pero en este
momento, yendo en contra de órdenes de López, el
teniente coronel Estigarribia comete un grave error: dividir sus
fuerzas.

Al atravesar el Uruguay con el grueso de ejercito sur
—12,000 soldados—continua el avance ya en suelo
brasileño hacia el sur riograndense, ocupan la antigua
misión de Sâo Borja el 13 de junio de
1865.87 Ocupa Itaquí la semana
siguiente, para seguirse camino hasta la ciudad de Uruguaiana. El
remanente de la división queda al mando el capitán
Pedro Duarte (1829-1903) quien —con 3,000 solados a su
cargo— fue comisionado para seguir en el margen argentino
hasta la ciudad de Restauración cerca de <Paso de
Libres>, sobre la costa opuesta a
Uruguayana.88 En el lado correntino,
los paraguayos se instalan en los llanos adyacentes a
Restauración, sin embargo la población civil evacua
rápidamente la zona. En este lugar, según narraban
las noticias llegadas a Buenos Aires, los almacenes que eran
confiscados, se les dejaba un comprobante como obligación
de pago por parte del gobierno paraguayo para ser redimible al
término de la guerra. En cambio en el sector
brasileño, el veterano general David
Canabarro (1796-1867) aun contando 7,000 hombres, evacuó
Uruguayana con todo y sus tropas, dejando la plaza a merced de
los paraguayos. La ciudad brasileña es ocupada finalmente
el 5 de agosto, encontrándola abandonada, siendo entonces
entregada, como otras poblaciones, al pillaje.

Entre tanto, en la villa de Concordia, población
de Entre Ríos, se convierte en el punto de reunión
de los ejércitos de la Tríadica. Era un campamento
sumamente heterogéneo de la diversidad étnica,
lingüística y cultural de sus componentes. Los
brasileños después de resolver con el gobierno
argentino problemas de jurisdicción territorial debido a
la logística de abastos, logran finalmente ingresar a
suelo argentino sin necesidad de tratar con agentes de la
hacienda nacional. En esta guerra la condición social y
económica de la militancia argentina se pone en evidencia:
hijos de ricas familias porteñas y provincianas se suman a
los reclutas voluntarios de las áreas rurales más
humildes. Todos ven la campaña del Paraguay como una mera
correría. Incluso los vástagos de la élite
liberal se presentan como <Dominguito> Sarmientos, Carlos
Pelegrín, Leandro Mealeny y Francisco Paz,
este último hijo del vicepresidente de la
nación argentina.89

Dada la aparente indolencia de los riograndenses en
defender el blasón imperial, don Pedro II dispone viajar
hasta la cuenca del Plata junto con el comando imperial, dada la
falta de unidad política y estratégica mostrada por
el ejército imperial. A razón del déficit en
los reclutamientos voluntarios, la Guardia Nacional
brasileña contaba con pocos efectivos veteranos, en
comparación al ejército dirigido por el presidente
López. Es por eso que se inicia el reclutamiento de
voluntarios ofreciendo toda clase de granjerías, mejores
sueldos y tierras de coloniaje, para los mestizos pobres y a la
amplia mayoría de esclavos negros, su libertad inmediata.
Casi todos estos hombres provenían del lejano noreste
brasileño, la región más desheredada del
imperio. Junto al emperador, llegan su cuñado
francés, Gastão de Orléans, conde d'Eu
(1842-1922), y el oficial de mayor rango y experiencia en el
imperio, Luís Alves de Lima e Silva, el duque de Caxias
(1803-1880). El marquês de Tamandaré (1807-1897),
almirante de la flota imperial, los esperaba en
Concordia.

Desde ahí, se dirigen 8,000 soldados y varias
baterías de artillería al mando del brigadier
Flores y el general Paunero, estableciéndose a pocos
kilómetros del campamento paraguayo —en el lado
correntino—, como el ejercito de vanguardia. La primera
gran batalla entre los paraguayos y la triple alianza se
libró el 17 de agosto de 1865 en el arroyo de Yatay,
mientras que el capitán Duarte contaba con
poco mas de 3,000 hombres ligeramente armados, los aliados logran
juntar más de 10,000 efectivos, más de
la mitad son argentinos, el resto se diluye entre
brasileños y uruguayos. Los gauchos que llegaron
imploraron a sus hermanos paraguayos no presentarse al combate
dada la asimetría táctica de fuerzas que
entrarían en pugna, sin embargo, los guaraníes
declinaron la propuesta, dado que igualaban rendición con
deserción. Las piezas de artillería quedaron en
poder del comandante Estigarribia, quien no
prestó ninguna clase de apoyo a la columna de
Duarte.90

Ese día cayó la mitad del
regimiento paraguayo, la otra mitad fueron hechos prisioneros
quienes fueron inmediatamente reclutados para engrosar la
<legión paraguaya> —unidad creada por los
exiliados paraguayos opuestos a los López— que
servía dentro de la división uruguaya, con
excepción de los militantes exiliados del partido blanco,
varios federalistas argentinos y paraguayos que se
rehusaron a luchar contra su país, fueron degollados y
acribillados por órdenes de Flores, disposición que
fue duramente reprochada por Mitre.91
Murieron a manos del déspota charrúa
más de 800 prisioneros, según las memorias tanto de
Crisóstomo Centurión como de <Dominguito>
Sarmientos. Dos días después de la masacre,
Estigarribia intenta evacuar la plaza ocupada, y el 20 de agosto
empiezan las rogativas de los aliados para deponer las armas. El
comandante paraguayo logra aguantar casi un mes con pocas
provisiones y la dramática situación sanitaria que
cada día empeoraba para sus
tropas.92 El día 18 de
septiembre de 1865, ya con plena convicción sobre el
asalto a la ciudad de Uruguaiana, los aliados llegaron a juntar
más de 17,000 efectivos y más de 50 cañones,
cuando el teniente coronel Estiguarribia entrega su sable sin
disparar un solo tiro en defensa propia, mientras que los
paraguayos, harapientos, enfermos y con hambre, finalmente se
rinden.

Durante el siguiente día muchos de ellos
correrán la misma suerte de sus hermanos en Yatay.
Según fuentes oficiales argentinas, a pocas horas de la
rendición, la caballería riograndense —con
más puro espíritu de los bandeirantes de
antaño— se apoderó brutalmente de cientos de
prisioneros paraguayos, en especial los más jóvenes
y de apariencia indígena. Todos los sometidos por
oficiales brasileños fueron conducidos a Rio de Janeiro
con el objeto de ser vendidos luego como esclavos en
las fazendas.93 Muchos otros,
corrieron mejor suerte, puesto que fueron enviados en la
dirección opuesta —al lado rioplatense
u oriental—, para perderse entre la peonada de las inmensas
estancias argentinas. El comandante Estigarribia logró un
mejor trato para sí mismo, terminó sus días
viviendo en Rio de Janeiro, jamás regresó al
Paraguay.

El tormento sufrido por los soldados y oficiales
paraguayos fue resultado directo de la poca coordinación
entre la <división sud> y el mando directo del
mariscal. López con su puesto de comando en
Asunción pretendió manejar todas las operaciones
militares ubicadas a más de 600 km, sumado a la
imprudencia e infamia de sus comandantes (Robles y Estigarribia).
Desde entonces, se trasladó con todo su
estado mayor y demás reservas hacia <el
Cuadrilátero> de
Humaitá.94 Otros con
más suerte terminan sus días como sirvientes
o peones en las estancias argentinas, como fue el caso del mayor
Pedro Duarte. Los sobrevivientes paraguayos rápidamente se
incorporan a las fuerzas orientales, que son de menor
tamaño debido a que sus soldados fueron diezmados en
Yatay. De esta forma se esfuma en poco más de cinco meses
el grueso del ejército paraguayo.


Tercera etapa
bélica: La contraofensiva aliada
(1865-1866)

El discutido pacto acuerdo de caballeros
diplomáticos.

Sabido de la movilización de tropas
paraguayas en el noroeste argentino, el 1 de mayo de
1865 —con previa autorización del presidente
Bartolomé Mitre—, el canciller Elizalde junto con
representantes de Brasil y Uruguay, firman bajo suma
discreción diplomática el <Tratado
de la Triple Alianza>. El contenido del mismo es comunicando
al congreso de la nación argentina, así como la
declaración de guerra paraguaya. Esta se mostró
cual si hubiera llegado el día 3 de mayo,
—a sabiendas que la misma fue enviada por el gobierno
paraguayo treinta y cinco días antes. Por tanto, la
República Argentina le declaró la guerra a la
República del Paraguay el día 5 de mayo de 1865.
Esta táctica tuvo por objetivo convencer a la
opinión pública que el territorio nacional
había sido invadido unilateralmente, apresando igualmente
sus buques sin manifestación previa de
hostilidades.95 Desde entonces los
paraguayos fueron vistos como los agresores, mientras en
la correspondencia que Elizalde envió al
Mitre se hace el balance que < […] unos cascos viejos
perdidos contra las reparaciones territoriales posteriores no
eran mal negocio>.96

Para el efecto, llegaron a Buenos Aires los
ministros plenipotenciarios de Uruguay, Carlos de
Castro (1835-1911), el brasileño Octaviano de
Almeida-Rosas (1825-1889), siendo recibidos por el canciller
argentino. En dicho pacto se unirían defensiva y
ofensivamente contra el gobierno paraguayo, haciendo uso de todos
los medios posibles (tierra y agua). Se designaba desde entonces
como comandante supremo de las fuerzas aliadas al presidente de
la República Argentina, brigadier Bartolomé Mitre,
donde una de las divisiones formadas por elementos de los tres
ejércitos seria dirigida por el brigadier Venancio Flores,
jefe del gobierno provisorio de la república oriental del
Uruguay. Toda la flota de guerra aliada seria capitaneada por el
marqués de Tamandaré, comandante en jefe de la
flota imperial del Brasil. La logística para el abasto de
las tropas dependía de cada uno de sus jefes inmediatos,
pero la toma de decisiones estratégica se haría en
conjunto y nunca de forma separada, hasta derrocar por completo
al gobierno paraguayo. Se rechazaría todo intento de
tregua, armisticio, convención ni acuerdo de paz alguno, a
no ser que estuviera en perfecto arreglo entre las partes
interesadas de la alianza. Bajo el argumento que la guerra
sería contra el régimen mariscal Solano
López (al que se considera como tirano) los ciudadanos
paraguayos no correrían peligro. Los aliados se
comprometían a formar la legión paraguaya, con
quienes desearan enlistarse, proveyéndoles de lo
necesario, bajo las condiciones pactadas en el tratado. El punto
8º y 9º aseguraban —al principio— la buena
voluntad de los aliados para respetar la integridad y
soberanía territorial paraguaya, hablando en
términos generales.

Sin embargo a partir del punto 10º hasta el final
(18º) se adjuntó un protocolo, cuyas cláusulas
entraron en conflicto con los primeros nueve puntos, puesto que
se imponían condiciones muy severas para el reajuste de
los límites territoriales y la esperada
compensación económica por daños y
perjuicios incurridos por la nación paraguaya durante la
guerra. Se autoriza la demolición e incautación de
todas las fortificaciones, equipo y armamentos, prohibiendo su
reconstrucción —en especial la de
Humaitá— y dividiendo los trofeos y el botín
de guerra entre los aliados, de acuerdo a partes
iguales.97 También los
aliados, se adjudican a título personal el motivo por el
cual todas las partes entraron en conflicto, la
libre navegación en la cuenca platense bajo cualquier
motivo, cuando la misma fuera siempre prioridad de todos los
estados dependientes del Río de la Plata. Por motivos de
estrategia política, los signatarios mantendrían en
secreto dicho acuerdo tripartito hasta alcanzar su objetivo
principal: el derrocamiento del mariscal Solano
López.98

Se entiende que en aquel entonces los paraguayos
veían la posibilidad de semejante alianza, aunque si
conocer del doble juego que aparentemente realizaba el caudillo
entrerriano. Confiado ciegamente en este hipotético
comodín, López lo exhortaba continuamente para
poder juntar a las demas provincias mesopotámicas de Santa
Fe y Corrientes, junto a Paraguay haciendo frente común
contra la agresión brasileña y porteña. Pero
en lugar de esto Urquiza —como proveedor de ganado
equino— se benefició de la contienda, a la vez que
prometió a Mitre una división de jinetes gauchos
para socorrer a los correntinos, jactándose —a
titulo de los entrerrianos— que darían la batalla
decisiva que lograra terminar con la invasión
paraguaya.99

El impacto de la
ocupación militar paraguaya.

Lo habitual en la historiografía oficial de los
estados-nación, es cumplir con el objeto tácito de
exaltar los sentimientos del los distintos estratos que componen
sus sociedades. Estos fines se basan en hechos que mejor
concurran a los intereses políticos de la elite
gobernante; más aun, cuando en algún
punto de su pasado se vieron involucraras —dichas
naciones— en conflictos armados. Cuando se han ocultando
incidentes deshonrosos que puedan poner en duda la legitimidad de
las gestas emprendías por quienes los antecedieron en el
ejercicio del poder, el ejercicio de la honestidad intelectual en
el político se vuelve algo irrelevante. Este caso no es
ajeno a la interpretación histórica de los
países aquí retratados; donde la versión
patriótica de Paraguay, así como la neomarxista
argentina y uruguaya, no solo han exaltado las supuestas virtudes
sociales y económicas del periodo histórico llamado
<la Patria Vieja del Paraguay>, sino que se desestiman al
mismo tiempo hechos oscuros de su propio pasado.

Partes: 1, 2, 3
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